Más de 140 países cierran una convención que prohíbe usarlo en lamparas y baterías en 2020
El metal se acumula en el pescado y puede afectar al desarrollo neuronal
En los años 50 surgió una extraña enfermedad neurológica en la ciudad
japonesa de Minamata, situada en la costa. Cientos de personas sufrían
movimientos involuntarios, debilidad muscular, problemas auditivos y del
lenguaje. Además, madres sin síntomas daban a luz a niños enfermos. En
1968, Japón anunció que había descubierto la causa: intoxicación por
mercurio a través del pescado y marisco contaminado. El origen estaba en
los vertidos de una gran planta petroquímica y el mal fue bautizado
como enfermedad de Minamata.
El mercurio comenzó a morir lentamente entonces y el sábado en Ginebra más de 140 países cerraron un pacto mundial
para restringir su uso. En una de las primeras convenciones ambientales
desde Kioto, acordaron prohibir a partir de 2020 el mercurio en
baterías, lámparas, relés y cosméticos además de controlar las emisiones
de plantas térmicas, cementeras y químicas, entre otras. El pacto
incluye el abandono progresivo del uso de mercurio en odontología. Sí se
permitirá el uso como conservante en vacunas y en otros dispositivos en
los que no hay sustitutos.
El tratado —que se llamará Convención de Minamata— deberá ahora ser
ratificado por los Estados para que entre en vigor, lo que ocurrirá
entre 2015 y 2018.
Las emisiones de mercurio tocaron techo en los 70, pero desde 2000 se
han estabilizado. Mientras se reducían en los países desarrollados
aumentaban en los emergentes —el sudeste asiático ya supone el 40% de
las emisiones—. Un informe
del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) calcula
que se emiten al año 1960 toneladas de mercurio por actividades humanas
(475 proceden de procesos industriales para quemar carbón). El auge de
la minería del oro también ha aumentado el uso de esta sustancia, que se
usa a pequeña escala para separar el mineral de la roca.
El informe del Pnuma estima que unas 1.000 toneladas al año acaban en
el mar. En los primeros cien metros del océano, la concentración de
mercurio se ha duplicado en el último siglo. Ese mercurio tiene una
enorme vida en el medio ambiente y a menudo se acumula en algunos peces
grasos con larga vida.
En 2011, El Gobierno español recomendó a embarazadas y menores de tres años no comer emperador ni atún rojo
por el alto contenido en mercurio, considerado un neurotóxico. En 2003,
el Instituto Español de Oceanografía realizó un completo estudio en el
que halló altos niveles de mercurio en muestras de marrajo, pez espada y
tintorera en aguas en las que pescaba la flota española. El informe fue
declarado confidencial y el Gobierno lo ocultó durante siete años, hasta que la Audiencia Nacional le dio la razón a la ONG Oceana y obligó publicarlo.
El mercurio se obtiene del cinabrio, un mineral abundante en Almadén
(Ciudad Real). Aunque las minas están cerradas desde 2002 por la caída
del precio y por la toxicidad, de ahí se ha extraido buena parte del
mercurio utilizado en la historia.
El acuerdo llega tras cuatro años de negociaciones que se prolongaron
toda la noche del sábado. Achim Steiner, director ejecutivo del Pnuma,
declaró: “Todos los ciudadanos se beneficiarán de la decisión tomada en
Ginebra, especialmente los mineros artesanales y sus familias, la gente
del Ártico y las próximas generaciones de madres y sus hijos”. Michael
Bender, de la coalición de ONG contra el mercurio, consideró que el
acuerdo “es un gran logro” aunque criticó que tiene “controles débiles
sobre las emisiones de grandes fuentes como las centrales térmicas de
carbón”.
Las emisiones de mercurio no caerán drásticamente, pero sí que se
reducirán gradualmente. El pacto demuestra que los países son capaces de
ponerse de acuerdo en asuntos sectoriales, como lo fue el Protocolo de
Montreal, firmado hace 25 años para reducir el uso de los CFCs,
compuestos muy usados entonces en frigoríficos y aerosoles y que estaban
dañando la capa de ozono.
Sin embargo, conseguir un tratado internacional vinculante para
reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que sustituya en
2020 al Protocolo de Kioto resulta mucho más complejo. La emisión de
gases de efecto invernadero está ligada a la energía (transporte,
generación eléctrica), pero también a la deforestación y la agricultura.
Así que un tratado tendría impacto en toda la economía. Por ello hay
quien aboga por abordar el problema desde distintos pactos que vayan
atajando las emisiones en cada sector.
Maravillosa la iniciativa lastima que nos tengamos que dar cuenta tan tarde de las consecuencias ambientales que vivimos pero por algo se inicia. Ojala muchos otros países tomen el ejemplo.
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