miércoles, 22 de mayo de 2013

PANEGÍRICO DE GLENN DOMAN


Gracias a educarconsentido. Gracias por estas sentidas palabras en recuerdo del gran hombre que cambió y marcó la vida de tantos de nosotros.

Conocí a Glenn el 30 de noviembre de 1992. Yo tenía veinticuatro años, él tenía setenta y dos. Ese era mi primer día como aprendiz de neuro-psicólogo, él llevaba más de 40 años formando padres, profesionales y, sobre todo, niños, para ayudarles a acercarse a lo que pueden llegar a ser.
Le oí hablar desde la última fila del enorme auditorio de los Institutos para el Logro del Potencial Humano. Cincuenta minutos. El tiempo exacto hasta que sonó la campana y dijo, por primera vez para mis oídos “off you go”. Al cruzarse conmigo le extendí la mano y le dije que para mi era un honor estar allí, él me miró y me dijo sin soltarme la mano “¿Has entendido? Es muy importante que atiendas con mucho cuidado y entiendas lo que te vamos a contar”.

Es muy difícil desligar a Glenn Doman, de lo que se conoce (mal) como su método. Pero hoy deseo hacerlo.

Creo que Glenn es un gran desconocido, tanto para muchos de aquellos que le admiran como para aquellos que le critican.
Glenn era soldado. Para muchos este hecho es secundario, sin embargo su experiencia en la segunda guerra mundial marcó su forma de actuar el resto de su vida. El domingo 7 de diciembre de 1941 Glenn disfrutaba de un fin de semana, alejado de su trabajo como fisioterapeuta,  junto a una bella señorita en algún remoto escondite de Pensilvania. Cuando oyó por la radio que los japoneses habían bombardeado Pearl Harbor, se metió en su coche y emprendió rumbo a casa. En el camino fue detenido por un coche de policía.

“Joven” – le dijo el policía – “hoy me ha ocurrido algo completamente nuevo para mi. Estaba persiguiendo un coche por exceso de velocidad y tu nos has adelantado a los dos. ¿Se puede saber dónde vas tan deprisa?”
“A alistarme en el ejercito, señor”

“¿Y qué te está reteniendo?, sigue tu camino y no te detengas”.
Glenn formó parte de la 87 división de infantería, alcanzando la graduación de teniente y obteniendo la Cruz al Servicio Heroico por su labor el 7 de enero de 1945, cuando cruzó tres veces las líneas alemanas para poder establecer cuáles eran sus posiciones y liderar al día siguiente el ataque en Tillet, Belgica. Decía que “no existe mayor pacifista que un soldado que haya ganado una guerra. A excepción, quizás, de un soldado que la haya perdido”.

Recordaba que durante los meses que duró la instrucción antes de partir hacia Europa, se les machacaba insistentemente: “nunca se abandona al herido”. Y preguntaba: “¿saben porqué nos insistían tanto esa idea?, por que el herido puedes ser tu”.
Ese fue su lema el resto de su vida: “Nunca se abandona al herido”. Y nunca lo hizo. Dedicó toda su vida a lograr que los heridos, niños con cualquier tipo de problema neurológico, alcanzaran su máxima capacidad y se incorporara a la vida más ordinaria posible. Era un ideal tan alto que muchos les llegaba incluso a molestar, e incluso se alegraron de sus fracasos, pero como él insistía: “En un mundo donde nadie cree que un niño con problemas neurológicos puede llegar a tener una vida COMPLETAMENTE normal, no es de extrañar que a veces fracasemos, lo sorprendente es que tantas veces tengamos éxito”.

Glenn era fisioterapeuta. La mayor parte de las personas que conocen su trabajo e incluso que le conocieron personalmente pensaban que era médico o doctor. No, era fisioterapeuta, con un enorme y profundo conocimiento de la naturaleza humana en general y del cerebro humano en particular, lo que hacía que muchos pensaran que era médico. Es una muestra del profundo desconocimiento (y desprecio) de la fisioterapia en nuestro país.
Glenn era un magnífico comunicador. Tuve el enorme privilegio de traducirle en directo durante muchas horas. No se cansaba. Podía dar 6 clases diarias de 50 minutos no perder en ningún momento su capacidad para mantener a la audiencia absolutamente emocionada.

Glenn fue un gran amante. Vivió completamente enamorado de su mujer Katie, de la que no se separó hasta el último día de su vida; vivió completamente enamorado del cerebro, el gran reto del que cada día intentó aprender un poco más; estaba completamente enamorado de los padres, estaba CONVENCIDO de que los padres son la solución a los problemas de sus hijos. En un mundo tan profesionalizado, donde se considera que los hijos son escollos en el desarrollo profesional de los padres y que éstos, ignorantes, deben poner toda su labor en manos de profesionales de la salud y de la enseñanza, DEMOSTRÓ que la solución pasa por enseñar a los padres a ser el mejor padre y madre que necesita su hijo y sustituyó el término “sus labores” o “no trabaja”, por el de “madre profesional” o “padre profesional”.

Y por supuesto Glenn estaba completamente enamorado de los niños. De todos los niños. Niños con problemas neurológicos y niños sanos. Para él no había distinción: “TODO niño, en el momento de nacer, tiene un potencial intelectual superior al que Leonardo DaVinci utilizó en toda su vida”. Lo decía hasta la saciedad y lo demostró cada vez que pudo.
Glenn era absolutamente apasionado. Como buen amante para él no había términos medios. Enseñaba apasionadamente y ejercía apasionadamente. Trasmitía su pasión en cada palabra y en cada mirada.

Y sobre todo Glenn fue un Maestro. Mi primer Maestro. Thank you Sir.
Autor del blog educarconsentido